¿Poesía?

Quizás fue solo un sueño,
un viento extinto en la caricia de una triste mirada
que nunca vibró como un verso.
... ¿Era realmente poesía?
No, no lo creo.

Álvaro Pérez, marzo de 2008

Tengo fiebre III

Vuelve el delirio junto a 38,5 gotas
de zumo de guanábana dulce.
Busco una aspirina prohibida,
la azotea de una amiga,
un té que no se enfríe nunca,
un sitio anónimo en una peli de romanos,
una sorpresa no descrita.
Me acuerdo del pendiente que perdí
el día que se fue la luz,
la caída junto al muro,
el ordenador al que le dije *.*
y medio mundo desapareció.
El armario se está riendo a carcajadas,
le gusta despertar a todos
el último fin de semana de octubre.
Estamos de suerte.

Lolacr, era el último fin de semana del mes de octubre del año pasado

Ellas, las camelias

Las mismas camelias que me vieron nacer
serán hoy testigos de mi muerte.

Álvaro Pérez, marzo de 2008

Soy...

Soy la base de roble sobre la que sellarás tu libertad.
Seré porosa a los errores, recia frente a las tempestadas
y cálida como el corazón que te habla y dice:

Hoy
Aquí
y
Ahora

Lolacr, marzo de 2008

En el hostal

En el hostal, todo es silencio.
Los viajeros dormitan, aletargados,
mientras sus recuerdos se arremolinan
entre las macetas, coronadas de cintas del patio

Álvaro Pérez, marzo de 2008

Salvarnos

Algo tan sencillo como salvarnos,
algo como alargar el camino sin pensar en su final,
con la esperanza de que aún queden batallas
donde poder morir creyendo,

y entre los dos,
poner a salvo el instante
en el que nos ahogamos,
y hacer de esa falta de aire,
de esa agonia submarina,
una nueva oportunidad para compartir pulso,
para gritar y prometernos el futuro,
para perdonar y seguir adelante.

Planetario

Mundos,

mundos que escapan de mi comprensión,

personas celestes

vistas a través de una sábana,

en una claridad de pergamino,


mundos

como los ojos de cíclopes estrellados,

mundos

con el amor pensante

de las escrituras secretas,

de los rastros táctiles

sus sonrisas dibujadas contra el atardecer,

sus misteriosas formas de desaparecer

sin despedirse,

sus frágiles ilusiones puestas en ti…

Intento darles la mano,

pero aún me faltan los dedos,

tendré que seguir mirándolos,

y callar,

y volver a mirarlos,

así, como el que aprende,

aun pasen los años y las vidas,

y siga creyendo en ellos.

Hilvanes I y II

Quiso recuperar la elegancia de los destellos.
Para ello, deshilvanó la luz de un río
y tejió con él
el aroma de un sueño.


Miré su rostro tras el llanto del río...
su voz se heló de amor
en el silencio de sus labios.



Álvaro Pérez, febrero de 2008